¿Cuáles son mis raíces?
Llegando a determinada edad, comenzamos a preguntarnos muchas cosas, entre ellas, de dónde venimos y a dónde vamos, no en el sentido transcendental de nuestra vida, sino a partir de las similitudes que encontramos con rasgos de nuestra querida abuela, o el descubrimiento de un gesto que era típico de alguno de nuestros padres. Entonces, empezamos a interesarnos por las raíces de pueblos y de familiares.
Toda
esa necesidad de diferenciarnos durante nuestra adolescencia, empieza a ser un
vago recuerdo cuando las situaciones en nuestra existencia nos resultan
extrañamente familiares. No es difícil que cometamos los mismos errores o aciertos que
nuestros padres o que tengamos gustos, caprichos o antojos que alguna tía, abuela,... de la rama materna o paterna, ya desaparecid@.
¿Quién
no recuerda algún plato que sólo hacía su abuela? ¿quién no ha buscado una
receta exclusiva que permanece años transmitiéndose de generación en
generación, para impresionar a los invitados?,...
La
historia de nuestros ancestros suele morir con las generaciones y, a menos que
alguien se ponga con la ardua tarea de dibujar y completar el árbol genealógico (tengo un primo de Bordalba que tenía la ilusión de juntarnos a toda la familia de los Esteras), para recordar nuestro pasado.
Por
suerte, internet es una poderosa herramienta que nos permite averiguar el
origen de los apellidos, rastrearlos en el tiempo hasta hace al menos 500 años.
Hay que recordar que hubo guerras que destruyeron muchísimas iglesias donde estaban los registros de nacimiento de la mayoría de nuestros antepasados, y que también, la Santa Inquisición obligó a muchos a cambiar su apellido, a huir, a emigrar, a perder y a olvidar las raíces familiares y las tradiciones de siglos.
Es posible que las guerras, las hambrunas, la falta de educación de quienes
llegaban a América eran un factor de cambio en la
escritura del apellido en cuestión, lo cual también dificulta su identificación
y la posibilidad descubrir una sucesión de hechos y personas que nos lleven a
nuestra verdadera genealogía.
Incluso sabiendo que será un trabajo complicado, es divertido y útil, nos ayuda a
aprender y a descubrir cosas muy interesantes que nos unen mediante rasgos
característicos a un gran número de personas, que fueron nuestros antepasados.
Transmitir
a nuestros hijos (en mi caso a mi hijo) la tradición, las raíces familiares, es fundamental para que
tengan un sentido de unión y de orgullo por sus orígenes, lo
que definitivamente fortalecerá su personalidad y su capacidad de reconocerse
como la continuación de una historia, que está aún por descubrir, y que requiere de mucha investigación y trabajo. ¡Merece a pena averiguarlo!.
Los dos pueblos que ves en estas imágenes son mis raíces, la de mis antepasados y me siento muy orgulloso.
Este pueblo pertenece a la provincia de Zaragoza.
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